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viernes, 26 de abril de 2013

Psicología - con Rudy

He tratado numerosos casos en los que el paciente expresaba un conflicto real, imaginario o simbólico con sus padres; dicho conflicto, actual o infantil, era la causa primigenia y a veces principal de sus síntomas neuróticos actuales. Vale decir que su condición de hijo o hija era la que lo había conducido al tratamiento. Esto me llevó a pensar que el hecho de que la gente tenga hijos nos provee a los psicoanalistas de una abundante fuente de trabajo. La expresión “padre proveedor” nunca fue más exacta.




(Continúa) La expresión “padre proveedor” nunca fue más exacta.
Por lo tanto, los psicoanalistas debemos invertir nuestro esfuerzo, nuestro discurso, toda nuestra energía en que la gente tenga hijos, cuantos más, mejor (aunque los hijos únicos valen por varios, a veces), como manera de asegurar nuestro sustento, el de nuestros colegas y, por qué no decirlo, el de nuestros propios hijos.
Ahora bien, si dejamos de lado “los hijos en general” y pasamos a considerar el tema desde la perspectiva de nuestra propia prole, se vuelve mucho más complejo o, por así decirlo, mucho más complejo de Edipo: si no fuera porque se trata de nuestro propio hijo, ¿qué ser humano que se precie de tal invertiría afecto, tiempo y dinero en sostener a otra persona que te va a matar y se va a acostar con tu mujer?



Lecturas

En varias ocasiones afirmé no haber leído libros sobre psicoanálisis. De hecho, esas afirmaciones fueron publicadas en algunos libros sobre psicoanálisis; eso creo, al menos, ya que no los he leído. Seguramente habrá textos que señalen que mi falta de lectura influye negativamente en mi formación como psicoanalista, pero tampoco he leído esos textos. ¿Acaso el padre del psicoanálisis, el mismísimo Sigmund Freud, leyó muchos libros de psicoanálisis mientras se estaba formando como analista? ¿Cómo hacía: los iba leyendo mientras él mismo los escribía? Podrían impugnarme afirmando que, a diferencia de Freud, yo cuento con una gran cantidad de libros de psicoanálisis a mi disposición. Me opondré a una objeción semejante ya que pretendo ser lo más “a imagen y semejanza de Freud” posible y, si él no leyó libros de psicoanálisis, entonces yo tampoco.

Buena inversión

¿Cómo diferenciar si un hijo es un gasto o una inversión?: si lo que uno puso supera a lo que obtuvo, es un gasto, mientras que, si lo que obtuvo supera a lo que puso, se trata de una inversión. Es cierto que hay gastos que valen la pena e inversiones que no, pero ese tema lo debería resolver cada uno con su psicoanalista. Un hijo parece ser una buena inversión, ya que mucha gente la elige, incluso hay quienes tienen varios. ¿Lo harán para diversificar el mercado, para diluir los riesgos? Supongamos que a uno le sale un hijo filósofo al que tendrá que mantener toda la vida, aguantarle frases incomprensibles y actitudes más incomprensibles aún; la hija puede salirle empresaria exitosa y, de ese modo, compensaría el gasto.
¿En qué momento comienza el vínculo gasto/inversión? En el momento mismo de la concepción. El varón invierte millones de espermatozoides sabiendo que, con suerte (o con mala suerte, depende de la cartera de inversiones elegida), solamente uno logrará la fecundación. La mujer arriesga apenas un óvulo, no millones. Sin embargo, ese óvulo es el único del cual ella dispone por veintiocho días, con lo cual está arriesgando buena parte de su capital.
Otro factor, fundamental a la hora de las decisiones, es que no se trata de una inversión individual: los hijos –al menos, históricamente hablando– se tienen de a dos. Demasiadas veces, ante el fracaso de un negocio, hemos escuchado “yo hice todo bien, pero mi socio me cagó”.
Hay que tener mucho cuidado con la elección del partenaire. Por eso, algunos eligen un portfolio, o sea, diferentes socios para cada ocasión. Otros (más frecuentemente, las mujeres) prefieren la “sociedad anónima”.

De Página12: 

¿Por qué los inodoros son ovalados?

En el último libro de Rudy, los destacados psicoanalistas de la institución Buffet Freud –entre ellos Karl Psíquembaum, Monique Delanuc, Anafreudiana Traumengarten, Jean Jean Dusignifiquant, León Neurotsky y el Padre Goldstein– responden absolutamente todas las preguntas. He aquí algunas de sus respuestas.
Fotografía: 


Einstein y su terapeuta. Revista Life

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