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martes, 19 de agosto de 2014

Manual para el alma


"Mis convicciones tienen validez para mí, porque he experimentado con los compuestos de ideas de otros en el laboratorio de mi mente. Y yo he probado los resultados en la vida fuera de mi vida. A los veintiún años , había dibujado un mapa abstracto basado en la evidencia de los demás. A los sesenta , he acumulado una guía práctica basada en mi propia experiencia. A los veintiún años , yo podría discutir la teoría del transporte con la autoridad. A los sesenta , ya sé qué autobús coger para ir a donde , lo que la tarifa es , y cómo volver a casa otra vez . No es mi autobús , pero sé cómo usarlo."



Cuando reflexiono en lo que significa nutrir mi alma, pienso que es la habilidad para mantener viva la pasión por nuestros intereses, valores y proyectos. Creo que el peor de los fracasos espirituales es perder el entusiasmo ante las oportunidades que nos ofrece la vida. En ella hay frustraciones y desengaños; tragedias y ausencias. Ante la presencia inevitable de las cosas negativas, el interrogante que todos tenemos que hacernos es cómo, a pesar de todo esto, podemos mantener vivo nuestro fuego interior.

Por ello, se necesitan, por lo menos, dos cosas: La capacidad para valorar lo positivo que hay en nuestra vida y el compromiso con la acción. Es importante hacerse todos los días estas preguntas: “¿Qué cosas buenas hay en mi vida?” y “¿Qué me falta todavía por hacer?”.

La primera pregunta nos focaliza en lo positivo. En este sentido, una forma de alimentar nuestra alma es responder a la pregunta: “¿Qué es lo que más disfruto en la vida?; ¿Qué es lo que más me entusiasma?”. Alguien dijo una vez que la mejor manera de conocer a una persona, es sabiendo qué es lo que lo despierta. Creo que la clave consiste en prestar mucha atención a aquellas actividades que nos hacen sentir más plenamente vivos y enamorados de la vida y luego tratar de dedicarles el mayor tiempo que podamos.

Aun en aquellos momentos en que nuestra vida se hace más difícil, es importante recordar que hay algo dentro de nosotros que nos mantiene vivos: Es la fuerza de la vida, que nos levanta, nos energiza, nos aparta del abismo de la desesperación. Sin un profundo amor por la vida, no puede existir verdadera espiritualidad. Si nos sentimos infelices o vacíos, la pregunta más importante que tenemos que hacernos es: “¿Qué me falta por hacer?”, o “¿Qué está haciendo falta en mi vida?” y “¿Qué puedo hacer para llenar este vacío?”. No hay que olvidar que nunca perdemos la capacidad de actuar y, por eso, siempre debemos preguntarnos cuáles son las posibles vías de acción y cuáles podemos poner en práctica para conseguir que nuestra vida sea mejor.

Si logramos concentramos en las dos preguntas básicas: “¿Qué cosas buenas hay en mi vida?” y “¿Qué me falta todavía por hacer?” y nos esforzamos por responderlas de la mejor manera posible, el resultado más lógico es que nos convirtamos en seres humanos más felices y que consigamos mucho más de lo que aspiramos en la vida.

Algunos escritores como Erich Fromm, por citar tan sólo uno, establecen una diferencia entre lo que se llama una orientación al “ser” y una orientación al “hacer”. Pareciera que ser y hacer son, en cierta forma, antagónicos, pero no es así. Ser y hacer, el reposo y la acción, son interdependientes. Sin acción, nuestra vida dejaría de existir, pero sin reposo no seríamos capaces de valorar nuestra existencia ni tendríamos una base sólida para la acción. Para realizarnos totalmente, necesitamos de este silencio, necesitamos sentir la experiencia pura de ser. De lo más profundo de este silencio pueden surgir los motivos para actuar, así como la conciencia que necesitamos para actuar con sabiduría, para no perder perspectiva.

Sólo cuando el ser y el hacer, el reposo y la acción, conviven en armonía, podemos construir un alma integrada y satisfecha. En este momento, estaremos en la posición ideal para disfrutar y apreciar verdaderamente la vida y para no dejarnos vencer por la adversidad.

No somos espectadores pasivos, sino protagonistas activos en el drama de nuestra existencia. Debemos asumir nuestra responsabilidad por el tipo de vida que construimos.


Fuente: Párrafos tomados del libro Manual para el Alma, de Richard Carlson y Benjamín Shield.






Fotografías: Danieladrian

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