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viernes, 17 de octubre de 2014

Actualidad de un guerrillero

10 de Octubre de 2014

9 de octubre / 1967-2014. Ernesto Che Guevara


Daniel De Santis
 





Ernesto Guevara fue un humanista, valiente y romántico, pero esta verdad oculta al revolucionario consecuente, al científico metódico, al estadista destacado. El imperialismo lo presentó como un organizador de derrotas y su fuerza dominante logró que, aunque suavizada, esa opinión persista. En el caso de su proyecto de revolución continental con inicio en Bolivia, se enumeran dos o tres dificultades que allí se le presentaron y se da por descontado que ellas fueron suficientes para invalidar toda posibilidad de lucha. Para refutar este pensamiento no revolucionario, ya que cualquiera sea el lugar y el momento la revolución se enfrentará con enormes dificultades, haremos un breve recorrido por su trayectoria para encontrar razones poderosas que justifican su decisión.

En la Guatemala de Árbenz (1954), sin ser un militante organizado, su perspicacia lo llevó a diferenciarse de todo lo conocido dentro de la izquierda al no confiar en los supuestos militares progresistas, e intentar organizar grupos de combatientes para resistir la invasión financiada por la CIA. En México, durante los preparativos del futuro Ejército Rebelde cubano, se destacó como organizador e instructor político.
En los algo más de dos años que duró la lucha en Cuba, su entrega militante y su capacidad lo llevaron a ser un inigualable Comandante entre los rebeldes. En el balance de ese período escribió que fueron proletarizando su conciencia en contacto con los campesinos pobres de Sierra Maestra, lo que muestra un Guevara que aprendía de la realidad y de la experiencia.
Finalizada la guerra, sin ser economista, asumió las más complejas tareas económicas. Como ministro de Industrias desarrolló un sistema de administración, tomado de la General Motors, en oposición al vetusto que provenía de la Unión Soviética. El Sistema Presupuestario de Financiamiento, por él ideado en acuerdo con Carlos Marx, revolucionó la concepción marxista en el período de transición al socialismo. En su trabajo El socialismo y el hombre en Cuba, advirtió que el socialismo no podía ser construido atendiendo sólo a la edificación de la base material (la socialización de los medios de producción y de cambio): “La teoría que resulte dará indefectiblemente preeminencia a los dos pilares de la construcción: la formación del hombre nuevo y el desarrollo de la técnica”. Y que si no se abordaba la transformación de la conciencia individualista en la que se asienta el capitalismo y no se luchaba conscientemente por el desarrollo de una nueva conciencia solidaria y socialista, “se corre el peligro de que persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca impulsora, etc.), se puede llegar a un callejón sin salida”.
En sus viajes a la Unión Soviética y demás países del este europeo, descubrió que allí habían abandonado la lucha por la transformación de la conciencia a lo que calificó como el gran crimen de Stalin. En varios escritos y conferencias explicó por qué la Unión Soviética estaba perdiendo la carrera del desarrollo con los Estados Unidos, viendo mucho más allá de las estadísticas que presentaban a los soviéticos ganando la carrera en la industria pesada y la producción de acero. En una carta a Fidel Castro de abril de 1965 fue a fondo en todos estos análisis y predijo, 26 años antes de que ocurriera, su retorno al capitalismo.
Ante la claridad con que vio el futuro, hizo un vehemente llamado a la urgente acción revolucionaria en escala mundial. Hablando del papel de los revolucionarios, y en forma inocultable de él mismo, dijo que “si su afán de revolucionario se embota cuando las tareas más apremiantes se ven realizadas a escala local y se olvida el internacionalismo proletario, la revolución que dirige deja de ser una fuerza impulsora y se sume en una cómoda modorra, aprovechada por nuestros enemigos irreconciliables, el imperialismo, que gana terreno. El internacionalismo proletario es un deber pero también una necesidad revolucionaria”. Como para el Che, y los verdaderos revolucionarios, las cosas no terminan en el mero análisis –sino que allí recién comienzan–, le puso el cuerpo a sus ideas. Primero luchó en el Congo. Mientras tanto una avanzada de su proyecto estratégico se instaló, a fines de 1963, en la provincia de Salta, en una zona cercana a la frontera con Bolivia.

Bolivia, 1967. En la teoría marxista está aceptado que para el desarrollo de una revolución hacen falta condiciones objetivas: crisis económica del capitalismo, la existencia de una clase revolucionaria, etc. Y condiciones subjetivas: conciencia de la necesidad del cambio revolucionario, conciencia de la posibilidad del cambio, una organización revolucionaria, etc.
Uno de los tres aportes de la revolución cubana, según sus escritos militares, era que no había que esperar que estuvieran dadas todas las condiciones para el inicio de la lucha ya que el foco guerrillero podía crearlas. El Che fue el fundador de la teoría del foco como catalizador de voluntades, situaciones y organizaciones dispersas, postulando que la acción decidida de una vanguardia podía unificarlas en una acción y una organización superior. Pero el Che no dijo que no hacía falta ninguna condición como parece surgir de sus críticos.
Che no cayó en Bolivia como un rayo en un día sereno, allí había un programa revolucionario instalado en la vanguardia obrera desde el año 1946. En 1952 había triunfando una revolución nacionalista que, presa de sus limitaciones, había sido derrocada por un golpe militar en 1964. Además, el proletariado minero estaba organizado y parcialmente armado, existía la Central Obrera Boliviana con posiciones revolucionarias y los obreros habían quedado armados después de la Revolución. Había dos partidos marxistas leninistas. Completaba la situación la creencia de los Estados Unidos que en Bolivia no habría otra revolución en tan breve tiempo, lo que lo llevó a no preparar al Ejército boliviano para la lucha contrainsurgente y que la Alianza para el Progreso no destinara recursos para este país.
¿Qué condiciones faltaban en Bolivia? Sólo dos: la unidad obrero campesina y el ejército revolucionario, los que se proponía desarrollar instalando el foco en la zona rural. El lugar elegido respondía a la más estricta y tradicional doctrina militar: montó su cuartel general en el punto más alejado del centro del poder del capitalismo o, dicho de otra manera, en el eslabón más débil de la dominación imperialista: Bolivia. Y, dentro de ella, en la región de más difícil acceso para la contrarrevolución: Ñancahuazú.
Se dijo que el Che quedó completamente aislado lo cual es una verdad a medias. Estuvo aislado de los partidos marxistas leninistas, tanto de filiación maoísta como estalinista, pero no estuvo aislado socialmente porque el proletariado minero estaba a la espera de su Comandante.
En las asambleas preparatorias del Congreso de la Federación Minera, que debía reunirse el 24 de junio, los mineros incluyeron dentro de su programa el apoyo moral y material a la guerrilla del Che. Ese día, se sumarían los obreros fabriles de la Central Obrera Boliviana y los estudiantes de la Federación Universitaria. En la víspera, noche de San Juan, las tropas del Ejército entraron a sangre y fuego en el campamento de la mina siglo XX provocando decenas de muertos y heridos.
En su diario, el 14 de julio, ante la crisis en el gobierno causada por los éxitos de la guerrilla, escribió: “El gobierno se desintegra rápidamente, lástima no tener 100 hombres más”. Ese refuerzo hubiera existido de no haber sido por el aislamiento al que lo sometió la mayoría de la dirección del Partido Comunista de Bolivia al incumplir los acuerdos realizados. De no mediar esa traición la historia de la lucha de clases en el cono sur de América latina, seguramente, hubiese sacudido con mucha más fuerza al sistema capitalista. Es justo señalar que el grueso de los combatientes que lucharon junto al Che provenían de este partido.
Ernesto Guevara fue y es el máximo ejemplo en que se pueden inspirar nuestros pueblos en la lucha contra el imperialismo, por medio de una revolución social que inicie las transformaciones de estas sociedades capitalistas dependientes, basadas en la explotación, en otras en las que además de la socialización de los medios de producción construyamos una nueva conciencia socialista. Es en este sentido que, Ernesto Guevara, perdió una batalla en Bolivia pero conquistó la victoria estratégica para la Revolución Social.

http://sur.infonews.com/nota/9747/la-cia-ordeno-matar-a-guevara

sábado, 4 de octubre de 2014

De damas, putas, cocineras y pollos 

(carta abierta de Carlo Frabetti a Santiago Alba Rico)

La versión anterior de Santiago: 
http://dondemaduraellimonero.blogspot.com.ar/search/label/Santiago%20Alba%20Rico
Querido Santi:

Lo de que hay que ser revolucionario a nivel económico, reformista a nivel institucional y conservador a nivel antropológico (que al parecer es tu consigna política de los últimos tiempos), me recuerda el chiste del conde que soñaba con una esposa que fuera una dama en los salones, una cocinera en la cocina y una puta en la cama, y al final se casó con una mujer que era una puta en los salones, una dama en la cocina y una cocinera en la cama. Y me lo recuerda por dos razones: la primera, porque no creo que una persona pueda compartimentar su mente y sus funciones ni de acuerdo con el ideal femenino del conde ni de acuerdo con tu ideal político (una “fusión de contrarios” solo posible en los sueños y en los chistes); y la segunda, porque no tengo muy claro ni lo de la cocinera en la cama ni lo del conservador a nivel antropológico.

Puedo imaginarme a una mujer comportándose en la cocina como una estirada dama que no está dispuesta a que se le caigan los anillos -de poder- y que llama al mayordomo para cascar un huevo; puedo imaginarme a una mujer (aunque no a la misma de antes) arrimándose procazmente a los invitados en los salones de su palacio condal; pero ¿cómo se comporta en la cama una cocinera? Análogamente, tengo bastante claro lo que es un revolucionario a nivel económico y lo que es un reformista a nivel institucional (y cuán poco compatibles son); pero ¿qué es un conservador a nivel antropológico? Si nos mantenemos en el estrato más profundo de la antropología, el que linda con la biología, la respuesta es obvia: el conservadurismo antropológico consistiría en ceñirse a las demandas naturales de nuestro organismo; así, el derecho a la alimentación tendría que contemplar, ante todo, nuestra necesidad de ingerir unos 50 gramos de proteínas y unas 2.000 kilocalorías diarias; y el derecho a una vivienda digna no podría ignorar el hecho de que, como animales homeotermos, tenemos que resguardarnos de las inclemencias del tiempo y mantener nuestra temperatura corporal entre 36º y 37º centígrados; por no hablar de la necesidad de cuidar de las crías durante muchos años… Hasta aquí, nada que objetar; pero a poco que nos alejemos de lo estrictamente biológico, la cosa se complica.

Aparte del consabido tabú del incesto, las constantes antropológicas más arraigadas y universales son el patriarcado, el especismo y la religión. En una palabra, el sometimiento: sometimiento de las mujeres a los hombres, sometimiento de las demás especies a la especie humana, sometimiento de todas y todos a una supuesta superespecie divina. E inmediatamente después y como consecuencia de estas servidumbres primordiales, sometimiento de una clase social a otra. De modo que ser conservador a nivel antropológico, si no estamos hablando de mero -y obvio- conservadurismo biológico, es ser conservador a secas, y el adjetivo sobra. No parece que haya una manera específicamente antropológica de ser conservador, del mismo modo que no hay una manera específicamente culinaria de retozar en la cama (¿o es que me he perdido algo por ser vegetariano?).

Pero tras leer tu grotesco artículo La alegría de pedir perdón a un pollo, creo que entiendo un poco mejor lo que vienes diciendo de un tiempo a esta parte (espero que, dado tu buen conocimiento del italiano, el adjetivo no te moleste más de lo necesario; como seguramente sabrás, viene de “grottesco”, relativo a la gruta, de modo que, en este contexto, podemos entenderlo en el sentido de “troglodítico”, en consonancia con tu conservadurismo antropológico). Y ahora también entiendo mejor tus preocupantes comentarios sobre Libia, Siria o Ucrania.

Tu artículo empieza diciendo: “Comer o no comer es la cuestión central de la vida humana en su dimensión animal, pero también en su anclaje antropológico y cultural. La necesidad de alimentarse y la violencia sobre la que se asienta la reproducción biológica se ve acompañada, corregida, expiada y dignificada por toda una serie de prácticas y ceremonias destinadas a convertir el hambre en un vínculo social. El hambre es violencia y saciarla mata. Comemos para no morirnos pero comiendo introducimos la muerte y nos deslizamos hacia ella como pedaleando; y no hay mucha diferencia entre comerse una manzana a mordiscos -con los dientes afilados y las mandíbulas apretadas- o un cordero clavado en un espetón”.

Ante tales argumentos, podría decir que si, contra toda evidencia, crees que matar es la única manera de saciar el hambre y no ves la diferencia entre comerse una manzana y comerse a un cordero (observa el uso militante de la “a” de acusativo, que los especistas niegan a los animales no humanos para mejor cosificarlos), es comprensible que tampoco veas la diferencia entre un golpe fascista apoyado por la OTAN y una rebelión popular. También podría decir, una vez más, que un filósofo que no conoce a fondo las matemáticas, la física y la biología es, en el mejor de los casos, un charlatán de feria. Pero sería injusto y demagógico, porque me consta que eres uno de los pocos filósofos que se interesan por la ciencia (yo mismo te pasé algún libro de física en su día) y sabes perfectamente que la manzana carece de sistema nervioso (y por ende de sensibilidad y conciencia), mientras que el cordero tiene un cerebro parecido al nuestro y casi idéntico al de un votante del PP o del PSOE, a quien ni tú ni yo nos comeríamos salvo en caso de extrema necesidad. Sería injusto y a la vez un tanto exculpatorio, porque el hecho de que puedas ver con toda claridad la diferencia entre tener cerebro y no tenerlo, te hace especialmente responsable de tus declaraciones.

Podría dedicar varias páginas más a comentar tu artículo pollesco (sin prefijo elíptico, que conste), y tal vez lo haga en otra ocasión, pues es una reveladora muestra de cierto especismo vergonzante en el que cabría ver el anuncio de un cambio de paradigma moral; pero de momento solo añadiré que me parece muy significativo que lo remates trayendo a colación (nunca mejor dicho) a G. K. Chesterton, escritor al que ambos admiramos. Aunque no de la misma manera, me temo. Porque yo no puedo dejar de pensar en el maestro de la paradoja como una patética paradoja viviente: un racionalista dogmático, un acérrimo defensor del orden (sin duda recordarás su debate con Bernard Shaw) guloso e incontinente, convertido por su apetito desordenado en un paquidermo de ciento cuarenta kilos. Una paradoja viviente y también una advertencia, pues puede que Chesterton lleve a extremos de caricatura una contradicción consustancial a todos los escritores, a la que aludí en mi artículoRelaciones y relatos. Te recuerdo los párrafos finales, pues aunque entonces me refería a tu artículo Libia, el caos y nosotros, creo que mis consideraciones de entonces son aplicables, mutatis mutandis, a tu reciente homenaje al pollo frito:

Los escritores vivimos, por definición, en las fronteras de la realidad, que limita al norte con la imaginación y al sur con el deseo. Y, como las fronteras son difusas, a veces las cruzamos sin darnos cuenta. Creo que, en su último artículo, Santiago Alba incurre en aquello en lo que todos los escritores incurrimos a veces: la simplificación “narrativa” de una realidad muy compleja que solo puede ser relatada linealmente a costa de mutilarla.

Inciso: Tal vez la tricotomía que últimamente propones remita a esta otra: revolucionario en lo filosófico, reformista en lo político y conservador en lo narrativo (que es la primera o segunda expresión de lo antropológico). Una tricotomía igualmente imposible, pues el pensamiento, la acción y el relato son inseparables: van inevitablemente juntos y revueltos, se determinan mutuamente. Fin del inciso. Sigue la autocita:

En el citado artículo, junto a verdades como puños, hay medias verdades, omisiones flagrantes y relativizaciones (relatar es también relativizar) equívocas; y el conjunto es, incluso formalmente, impropio del autor. Como lo conozco bien y desde hace mucho tiempo, lo achaco a los riesgos del oficio antes aludidos y a lo resbaladizo del terreno que estamos pisando, en el que yo mismo he patinado más de una vez.

No hace mucho dije, refiriéndome a Santiago Alba y a Iñaki Errazkin, que no siempre estoy de acuerdo con lo que dicen pero sí con lo que son, y quiero reafirmarme en ello. Estoy en profundo desacuerdo con el último artículo de Santiago; pero puedo dar fe de su honradez intelectual y creo que es esa misma honradez la que lo ha llevado a expresar opiniones que sabía que le acarrearían duros ataques. Ojalá quienes, aunque no siempre coincidamos en lo que decimos, tenemos claro quién es el enemigo común, podamos debatir con calma en estos momentos tan confusos como difíciles y seamos capaces de discernir, más allá de los relatos, las relaciones verdaderas.

Desgraciadamente, lo veo cada vez más complicado; pero habrá que seguir intentándolo.




Fuente

http://insurgente.org/