Uno de cada ocho habitantes del
planeta se va a dormir con hambre todas las noches. Se estima que el mundo
produce actualmente alimentos para 9000 millones de personas y tiene 7200
millones. Diez millones de niños fallecen por año antes de cumplir cinco años.
Un tercio por desnutrición, la que causa, asimismo, que 165 millones de niños
tengan retrasos del crecimiento. Si durante los primeros mil días de vida, un
niño no tiene la alimentación necesaria sufre graves daños, que no son
reversibles después.
Según el Informe 2013 de la FAO, 2000 millones de personas
sufren de “hambre escondida”. Carecen de uno o más de los micronutrientes
principales.
Dar
a un niño una taza con los micronutrientes que necesita cuesta sólo 0,25
centavo de dólar diario. Ello significa 91 dólares anuales. Se gastan por
segundo dos millones en armas.
¿Se puede reducir el hambre con rapidez? Nota completa
Por Bernardo Kliksberg
HAMBRE,
UN TEMA INCOMODO
La cuestión es el acceso
Uno de cada ocho habitantes del
planeta se va a dormir con hambre todas las noches. Se estima que el mundo
produce actualmente alimentos para 9000 millones de personas y tiene 7200
millones. Diez millones de niños fallecen por año antes de cumplir cinco años.
Un tercio por desnutrición, la que causa, asimismo, que 165 millones de niños
tengan retrasos del crecimiento. Si durante los primeros mil días de vida, un
niño no tiene la alimentación necesaria sufre graves daños, que no son
reversibles después.
Según
el Informe 2013 de la FAO,
2000 millones de personas sufren de “hambre escondida”. Carecen de uno o más de
los micronutrientes principales. Los déficit en vitamina A (30,7 por ciento de
los niños) impiden el funcionamiento normal del sistema visual. La falta de
hierro es uno de los factores que lleva a la anemia (47,9 por ciento) que
afecta el desarrollo cognitivo, el embarazo, la mortalidad materna. Las
deficiencias en yodo (30,3 por ciento) impactan en el funcionamiento mental.
Según
Harvard (2011), la desnutrición es uno de los factores que ha llevado a la
disminución o el estancamiento de la estatura promedio de las mujeres pobres,
entre otros en países como Guatemala y Honduras, que tienen algunas de las
mayores brechas en altura entre las mujeres ricas y pobres. ¿Por qué tanta
hambre cuando hay un “superávit” de alimentos?
La FAO, que dirige con un liderazgo
ejemplar, renovador y avanzado José Graziano, fundador del exitoso programa
Hambre Cero en Brasil, previene en el título de su informe 2012 que “el
crecimiento económico es necesario, pero no suficiente para acelerar la reducción
del hambre y la malnutrición”. Hay un problema de acceso a los alimentos. Para
los 1200 millones sumidos en pobreza extrema (menos de 1,25 dólar diario), es
muy difícil adquirirlos. También es complejo para los 3000 millones sumidos en
la pobreza (menos de 3 dólares diarios). Así por ejemplo, en Níger, representan
del 70 al 80 por ciento de los ingresos. Ese acceso se ha hecho mas difícil
desde la gran crisis del 2008/9 por las consecuencias pauperizantes que sigue
teniendo, y la suba y volatilidad de los precios, agudizadas por la
especulación en las bolsas de alimentos.
Por
otra parte, los agricultores pobres están siendo especialmente afectados por
las consecuencias del cambio climático. El aumento de la frecuencia y magnitud
de los desastres naturales, y la desertificación de extensas zonas están
destruyendo precarios equilibrios de supervivencia.
El hambre es derrotable
Amartya
Sen mostró el peso del acceso. Analizó las cifras de expectativa de vida en
Inglaterra durante las seis primeras décadas del siglo pasado. Cuando más
aumentaron fueron durante las guerras. Explica (Sen y Kliksberg, Primero la Gen. 2012): “En tanto que el
suministro total de alimentos per cápita se redujo durante la guerra, la
incidencia de una exagerada desnutrición también disminuyó en vista del uso más
eficaz de los sistemas públicos de distribución relacionados con el esfuerzo
bélico y una forma más equitativa de compartir los alimentos a través de los
sistemas de racionamiento”.
Dar
a un niño una taza con los micronutrientes que necesita cuesta sólo 0,25
centavo de dólar diario. Ello significa 91 dólares anuales. Se gastan por
segundo dos millones en armas.
¿Se
puede reducir el hambre con rapidez? El Brasil de Lula y Dilma lo mostró a
través del programa Hambre Cero declarado referencia mundial por los organismos
internacionales. Al inicio del gobierno de Lula había 44 millones de
desnutridos. En el 2009, 20 millones menos, y siguió bajando. Lula declaró al
tomar posesión (1/1/03): “Vamos a crear las condiciones para que todas las
personas en nuestro país puedan comer decentemente tres veces por día, todos
los días, sin necesidad de donaciones de nadie. Brasil no puede continuar
conviviendo con tanta desigualdad”.
El
programa comprendió políticas combinadas que iban a las causas de fondo. Entre
ellas, promoción masiva de los agricultores pobres, a través del seguro de la
renta agrícola, prioridad a la producción interna, compras públicas, aumento de
la producción de alimentos locales, incentivos a la investigación en el uso de
tecnologías apropiadas, crédito, cooperativas y asistencia técnica.
Se
estimularon su organización y participación y se convocó a la sociedad civil y
las empresas. Subrayan Graziano, Belik y Takagi (2012), sacando lecciones del
programa para otros países latinoamericanos en los que fue clave su
centralidad: “Es importante que una política de seguridad alimentaria se afirme
como política transversal y como centro de la planificación de un gobierno, y
no meramente como un programa sectorial vinculado al desarrollo agrícola o al
área asistencial”.
Destacan
que “en América latina es fundamental asociar las políticas de seguridad alimentaria
a la implantación simultánea de políticas masivas de distribución de la renta.
La raíz del hambre y de la inseguridad alimentaria está en la estructura
desigual de la renta, y en su perpetuación y profundización”.
Brasil
sigue teniendo exigentes desafíos, pero la población desnutrida era en el
2010/12, según la FAO,
6,9 por ciento frente al 17,5 por ciento en otro de los Brics, la India, y 12,5 por ciento a
nivel mundial.
El tema es el modelo
Argentina
conoció el hambre en los ’90 de mano del modelo neoliberal.
En
un país con capacidad de producir alimentos para diez veces su población, la
foto de un niño de Tucumán que murió de hambre recorrió el mundo. Del 2003 en
adelante, las políticas económicas inclusivas, las agresivas políticas
sociales, el énfasis en salud pública, nutrición y educación, la redistribución
en los ingresos, el programa estratégico agropecuario redujeron el problema a
cifras mínimas, pero que deben seguir siendo enfrentadas.
A la
desnutrición se suma hoy la obesidad. Ciento treinta millones de
latinoamericanos tienen sobrepeso. En ello inciden la ingesta de “comidas
basura” llenas de grasas ultrasaturadas, las bebidas azucaradas, el exceso de
sodio. Esa “dieta”, fomentada por ciertos intereses económicos en los más
humildes, produce daños circulatorios, diabetes y diversas enfermedades.
México, uno de los países con mayor obesidad, con 70.000 muertes anuales por
diabetes, termina de imponer impuestos especiales a la comida chatarra y las
bebidas azucaradas. En EE.UU. la agencia reguladora de alimentos y
medicamentos, anunció que se propone prohibir los transfats (8/11/13).
“El
derecho a una alimentación adecuada” establecido hoy en normas internacionales
es una exigencia ética elemental, pero sigue siendo negado en la práctica a
vastos sectores. Las políticas ortodoxas, que gran parte de América latina
desechó, siguen en boga en otros lugares, y no sólo no atienden el problema,
sino que están presionando porque se recorten ayudas alimentarias a los más
pobres. Las generaciones futuras juzgarán a las actuales, en primer lugar, por
cómo encararon la restitución de este derecho, el mas básico de todos.
* Miembro de la Comisión Directiva
del Alto Panel Internacional de Expertos en Seguridad Alimentaria.
Contratapa pagina12-4DIC13
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