Refiriéndose
a Venezuela, y a otros países “atípicos” (así calificados porque no cooperan
con los nobles esfuerzos de Washington), el futuro secretario de Estado afirmó
que “puede haber una oportunidad para la transición allí”. Entendámonos: cuando
un alto funcionario de Washington habla de “transición”, a lo que se refiere es
a “cambio de régimen” o, más prosaicamente, “golpe de Estado”. (John Kerry)
EL MUNDO › OPINION- Sábado, 26 de enero de
2013-http://www.pagina12.com.ar
Kerry,
sin desperdicios
Como es sabido, cada
nuevo turno presidencial en los Estados Unidos despierta en algunos espíritus
ingenuos la esperanza de que “ahora sí”, América latina y el Caribe van a
ocupar el lugar que se merecen en la agenda de la Casa Blanca. Esta
tendencia está profundamente arraigada en vastos sectores de las sociedades
latinoamericanas, reforzada por la infantil ilusión que despierta la presencia
de un afrodescendiente en la
Casa Blanca. No obstante, durante ochenta años la historia se
encargó de demostrar la absoluta vacuidad de esa retórica. En efecto, fue
Franklin D. Roosevelt quien en su discurso inaugural (4 de marzo de 1933)
anunció con bombos y platillos su “política del buen vecino”. Poco después, en
diciembre de ese mismo año, su secretario de Estado, Cordell Hull, declaraba en
una conferencia pa-namericana en Montevideo que “ningún país tiene el derecho
de intervenir en los asuntos internos o externos de otro”. Al poco tiempo esta
política del buen vecino mostraba su verdadero rostro al bendecir la tiranía de
Anastasio Somoza en Nicaragua y convalidar el alevoso asesinato de Augusto
César Sandino, el líder guerrillero que había derrotado y provocado la retirada
de las fuerzas de ocupación norteamericanas instaladas en Nicaragua desde 1909.
Lo que siguió durante décadas fue una sistemática política de Washington de
incondicional apoyo a cuantas dictaduras y gobiernos de derecha llegaran al
poder en América latina y el Caribe, tendencia que se profundizó a partir de la Guerra Fría y que
continúa hasta nuestros días. El golpe seudoinstitucional en contra del
presidente Mel Zelaya en Honduras y la farsa parlamentaria con la cual se
destituyó a Fernando Lugo en Paraguay son ejemplos contundentes que demuestran
la invariable continuidad de la política del imperio hacia lo que sus
estrategas e intelectuales orgánicos consideran como las “provincias
exteriores” de la Roma
americana. Entre Somoza y Lugo aparece una abigarrada galería de siniestros
déspotas apadrinados por la
Casa Blanca : el ya mencionado Somoza, fundador de una
sangrienta dinastía, Carlos Castillo Armas en Guatemala; Rafael L. Trujillo en
República Dominicana; Papa Doc Duvallier en Haití; Fulgencio Batista en Cuba;
Marcos Pérez Giménez en Venezuela; Alfredo Stroessner en Paraguay, para nombrar
apenas a algunos pocos y a los que habría que agregar, ya en los setenta del
siglo pasado, a las tenebrosas figuras de Augusto Pinochet en Chile, Jorge
Rafael Videla en la
Argentina y los gorilas brasileños, bolivianos y uruguayos
que asolaron nuestros países. Las víctimas de esta insaciable voracidad del
imperio se cuentan por millones, pero entre los gobernantes y líderes políticos
que cayeron a causa de sus maniobras están, aparte de los ya mencionados Zelaya
y Lugo, Joao Goulart, Jacobo Arbenz, Juan D. Perón, Juan Bosch, Arturo U.
Illia, Maurice Bishop y Salvador Allende –amén de Omar Torrijos (Panamá) y
Jaime Roldós (Ecuador), muertos en sospechosos accidentes aéreos– entre tantos
otros que sería largo enumerar en este breve escrito.
¿Habrá algún cambio con John Kerry al frente del Departamento de
Estado? Si tomamos nota de lo que dijo en la audiencia de días pasados ante la Comisión de Relaciones
Exteriores del Senado –presidida por Bob Menéndez, un contumaz enemigo de la Revolución Cubana –
la respuesta debe ser claramente negativa. Business as usual, como dicen en
Estados Unidos. Y como más de una vez lo advirtiera Noam Chomsky, Obama
profundiza la línea seguida por la Administración de George W. Bush actuando de
acuerdo con las enseñanzas de Theodore Roosevelt que aconsejaba “hablar en voz
baja, pero traer un gran garrote”. Para Kerry el modelo a seguir en materia de
relaciones hemisféricas es el que la Casa Blanca cultiva con Colombia. El hecho de que
este país sea considerado como el mayor violador serial de los derechos humanos
en los últimos tiempos debe ser un dato nimio para el sucesor de Hillary
Clinton. Tanto es así que, olvidándose del frondoso prontuario depositado en
los Archivos Nacionales de Washington, se deshizo en elogios al narcopolítico
Alvaro Uribe y su exitosa campaña de “seguridad democrática”, construida sobre
el asesinato en masa de más de tres mil jóvenes en lo que en Colombia se conoce
como el crimen de los “falsos positivos”. Refiriéndose a Venezuela, y a otros
países “atípicos” (así calificados porque no cooperan con los nobles esfuerzos
de Washington), el futuro secretario de Estado afirmó que “puede haber una
oportunidad para la transición allí”. Entendámonos: cuando un alto funcionario
de Washington habla de “transición”, a lo que se refiere es a “cambio de
régimen” o, más prosaicamente, “golpe de Estado”. Y eso es lo que están
desaforadamente impulsando la NED ,
la CIA , la Usaid y toda la parafernalia
de (aparentemente inocentes) ONG que actúan como fachadas altruistas de los
siniestros intereses de Wa-shington. En fin, lo que dijo Kerry es que hará lo
que la Casa Blanca
siempre hizo y continuará haciendo. Tal como lo planteamos en América latina en
la Geopolítica
del Imperialismo y, antes, en un libro que es una suerte de prefacio y que
lleva por título El lado oscuro del imperio, la política del imperialismo puede
variar sus apariencias pero es invariante en su esencia. Y su esencia es el
saqueo, el pillaje, la superexplotación, la opresión nacional. Como lo
recordaba la gran Violeta Parra en “La carta”, una de sus más hermosas
canciones: “Yo pido que se propague por toda la población que el león es un
sanguinario en toda generación”. En efecto, el imperio es sanguinario en toda
generación. Pensar que puede actuar de otra manera sería incurrir en una
pasmosa ingenuidad. Lamentable involución la de este Kerry: pasó de sus
valientes denuncias sobre los brutales crímenes perpetrados por la soldadesca
yanqui en Vietnam a esta capitulación en toda la línea. Como un mal vino,
envasado en peor barrica, el hombre envejeció mal, y un oportuno casamiento con
la multimillonaria heredera de la salsa ketchup Heinz terminó por evaporar su
juvenil radicalismo convirtiéndolo en un reaccionario que erige a Colombia, con
sus cuatro millones de desplazados por la guerra; con su narcopolítica; con sus
“falsos positivos”; con sus asesinatos de dirigentes sociales, políticos,
sindicales y sus periodistas; con su desenfreno paramilitarista y sus siete
bases militares norteamericanas en el modelo a emular por los países del área.
La verdad, Kerry envejeció muy mal. Por suerte hay otros que ya eran buenos,
pero que con el paso del tiempo se volvieron aún mejores: Fidel, Raúl, Chomsky,
González Casanova, Alfonso Sastre, entre tantos otros. No todo está perdido.
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