Consideraciones previas: ( de Danieladrián, esta nota introductoria no pertenece al editorial )
Es altamente probable, que en estos últimos años, de haber mediado una acción deliberada por parte del gobierno argentino - grandilocuente, aparatosa, excesiva, acusando a Irán y "calentando el ambiente" con respecto a los sucesos - que seguramente sería fogoneada desde los intereses bélicos EEUU-Israel; al momento, ya se hubiera producido una guerra de lamentables proporciones con "una causa justificada mas", ésta, que rebalsa el ras de la copa. El aparato bélico de EEUU-Israel y sus aliados necesita de estos factores externos para justificar un ataque, invasión, o un bombardeo.
También es probable, que un sector involucrado en el atentado, haya plantado pruebas para que se llegue a la conclusión de la participación directa de Irán en la causa.
Un juez ecuánime, un investigador razonable, ante una situación que parezca concluyente, a pesar de eso mismo, debería preguntarse : " Y por que no esta otra posibilidad ? "
- Porqué no pensar, que toda esta dilación y encubrimiento, solo apunta a dejar "pegado" al gobierno de Irán, y que este gobierno argentino no les va a regalar esta "pieza" fundamental a la alianza guerrera ?
El abuso político de los muertos de la AMIA
El acuerdo para indagar a los iraníes
en Teherán y la impúdica reacción opositora. Entre la desazón y la esperanza.
El próximo 18 de julio se cumplirán 19
años de la voladura de la AMIA ,
el mayor atentado terrorista de la historia nacional. A pesar del tiempo
transcurrido, hay sólo cuatro certezas: aquella mañana hubo 85 asesinatos, en
el expediente se comprobó la existencia de una camioneta-bomba, los
investigadores judiciales, policiales y hasta funcionarios políticos del
menemismo fueron condenados por encubrimiento y la Secretaría de
Inteligencia del Estado (SIE) terminó judicializando un informe producido por
servicios extranjeros que apunta a un grupo de altos funcionarios iraníes como
conexión internacional.
Es poca verdad para tanto tiempo. Pero
este dato, aunque central, tal vez no sea el más reprobable de la historia: lo
que indigna es el abuso político de los muertos de la AMIA.
La interna entre Carlos Menem y Eduardo
Duhalde por la presidencia hundió la investigación original, que tenía 172 mil
fojas, de las cuales servía apenas un puñado. En 2005, durante un juicio oral y
público por el que desfilaron 1231 testigos, el expediente volvió a la foja 8:
la del hallazgo del motor de la camioneta. Fueron diez años tirados a la
basura, que podrían resumirse en que un juez menemista metió presos a un grupo
de policías duhaldistas como parte de la conexión local, a los que finalmente
hubo que liberar porque se demostró el armado de la evidencia con fondos de la SIDE de Hugo Anzorreguy. La
consecuencia fue un nuevo juicio que recuperó algo, muy poco, de la instrucción
previa y sirvió para que, con el impulso clave del kirchnerismo, se procesara a
los que desviaron la pesquisa, entre ellos, Menem, Anzorreguy y hasta el
comisario "Fino" Palacios, elegido por Mauricio Macri como primer
jefe de su Policía Metropolitana, luego preso por pincharle los teléfonos a
Sergio Burstein, uno de los familiares de las víctimas, precisamente, de la AMIA.
Fue un avance. Pero un avance amargo.
Porque fue admitir, a la vez que se sancionaba a los que impidieron llegar a la
verdad, que la verdad quedaba muy lejos, a varios años de cosas mal hechas de
distancia. Al día de hoy, la "conexión local" sigue envuelta en el
misterio y la impunidad.
No ocurrió lo mismo con la llamada
"conexión internacional". El grupo de iraníes finalmente imputado
como promotor de la voladura fue señalado por varios servicios de inteligencia
extranjeros, entre ellos, la CIA ,
y fue la SIE
local la que judicializó esos informes. Hay dos maneras de entender la
irrupción de la pista iraní en el expediente: una, la que prevalece, asegura
que en materia de esfuerzos antiterroristas a escala mundial, no se puede
evitar tomar como válida la información producida por la comunidad
internacional especializada; y otra, que sostiene que los iraníes son
inculpados como parte de la estrategia de demonización de la República de Irán por
parte de sus enemigos, los Estados Unidos e Israel. Esta última, más allá del
enfoque geopolítico razonable, está anclada en el barro de la fallida
investigación original, que habilita todo tipo de prejuicios al respecto. Por
caso, aun hoy, a pesar de que ninguna de las partes judiciales cuestiona la
existencia de la camioneta bomba, sobreviven tan enfáticas como incomprobables
versiones que hablan de volquetes, auto-atentados y yerbas parecidas.
La primera, en cambio, es la que avanzó
con el apoyo de la justicia argentina, los familiares de las víctimas y las
organizaciones de la comunidad judía, con el aval decidido de dos presidentes
constitucionales, Néstor y Cristina Kirchner, como parte de su política de
Memoria, Verdad y Justicia.
Es, precisamente, la que recibió un
nuevo impulso de la presidenta el jueves pasado, cuando por cadena nacional anunció
que enviaba al Parlamento el memorándum de Entendimiento con Teherán, producto
del encuentro diplomático que se comenzó a desandar en la ONU hace unos meses.
Sin embargo, primero el Estado de
Israel, después el presidente de la
AMIA , más tarde Patricia Bullrich y el PRO, y finalmente, con
menos enjundia, el titular de la
DAIA , lo rechazaron como inviable, cerrando una ventana al
futuro que, en el peor de los casos, volverá a estar cerrada como lo está hoy,
pero que si funciona mínimamente habrá sacado a la causa del estancamiento.
Decíamos al principio que hay poca
verdad recogida en casi dos décadas para honrar a los 85 muertos, y llevar paz
y justicia definitiva a sus familiares. Desde que Interpol accedió a poner en
su lista a los iraníes acusados, tampoco pasó demasiado.
Es más, cuando Hadi Soleimanpour fue
detenido en Londres, Alemania intervino y fue liberado, sin ser extraditado a la Argentina. La excusa
inglesa fue que el pedido argentino estaba mal hecho. El Estado de Israel, en
aquel momento, no protestó. Pero sí lo hizo ahora, llamando al embajador
argentino a consulta, cuando el entendimiento entre los cancilleres de
Argentina e Irán tomó estado público.
Es curiosa la reacción que provocó el
entendimiento con Irán. Desde los tiempos en que integró la Comisión Bicameral
de Seguimiento de la
Investigación , Cristina Kirchner mantuvo una conducta que los
familiares, la AMIA
y la DAIA
siempre rescataron.
Fueron, incluso, muy elogiosos de la
voluntad política del kirchnerismo reflejada en los decretos y leyes que
permitieron arrancar de la vergüenza un expediente estropeado por la malicia y
la falsedad de los actores protagónicos de la política de los ’90, y que
incluye a algunos dirigentes comunitarios como Rubén Beraja.
Pero nada de esta historia previa
parece haber sido suficiente. De golpe, el gobierno se transformó en un socio
de Irán y hasta Guillermo Borger, el titular de la AMIA , llegó a decir que se
estaba abriendo la puerta a un tercer atentado. Subyace por ahí, incluso, la
versión de que el acuerdo estaría motivado en una revinculación comercial de
Argentina e Irán a gran escala, motorizada por Hugo Chávez, y que para eso hay
que cerrar el expediente con urgencia.
Lo no dicho, aunque sugerido por
voceros antikirchneristas en la disputa de sentido alrededor del caso, es que
la presidenta estaría traicionando a los muertos de la AMIA por plata.
Borger debería pedirle explicaciones al
Grupo Grobo, uno de los que más se beneficia del intercambio comercial con
Irán, antes de dejarse llevar por el impulso. Los antecedentes del gobierno en
la materia deberían bastar para reducir al ridículo estas y otras afirmaciones.
La marcha misma que Patricia Bullrich quiere hacer al Museo del Holocausto,
todo es una absoluta locura.
¿Otra vez los muertos de la AMIA están siendo utilizados
para resolver pleitos políticos? ¿Borger actúa como actúa por la influencia del
PRO en la interna comunitaria? Con la
AMIA , no, por favor. Ya hubo un Beraja. E hizo mucho daño.
Para volar la AMIA , los terroristas primero
tuvieron que pisar suelo nacional y los muertos son argentinos, y es cierto que
los blancos fueron instituciones judías. Las dos cosas son verdaderas y
reclaman la misma verdad. Pero que una decisión soberana de la Argentina sea reprochada
de manera tan airada por el Estado de Israel, ¿no constituye una injerencia en
asuntos de un país extranjero? La doble vara con la que actúa sorprende.
No dijo nada por lo de Soleimanpour,
cuya impunidad fue garantizada por el Reino Unido. Pero se altera cuando la Argentina consigue las
indagatorias de los iraníes implicados en el expediente, sin resignar nada de
lo conseguido hasta aquí. Que el presidente de Irán desconozca la Shoá o quiera fabricar la
bomba nuclear, lo convierte en un sujeto hostil y peligroso. Pero la paz no se
hace con los buenos, se concreta con el enemigo.
Cuando Israel quería rescatar al
soldado Gilad Shalit, en un caso de mucha repercusión internacional, tuvo que
sentarse a hablar con Hamaás, y acceder a liberar a 300 presos palestinos,
muchos de ellos, de los denominados "manos sangrantes", es decir,
participantes de hechos criminales, que el gobierno israelí había jurado que
nunca iba a liberar. Se sentaron a negociar. ¿Acaso Estados Unidos no está
negociando también con las autoridades iraníes en este preciso momento? ¿Eso
los convierte en aliados?
Si en el expediente AMIA hay iraníes
involucrados, hay que hablar con Irán. Así piensa el gobierno argentino, que lo
puso a consideración del Parlamento; y si finalmente logra indagar a los
imputados, aunque sea en Teherán, la investigación judicial habrá dado un paso
adelante, entrando en fase de condena, a 19 años de la voladura.
Nadie sabe si esto va a funcionar. Las
dudas generales son fundadas. Pero no es un paso más. Es el intento diplomático
más serio y audaz encarado hasta ahora por evitar la impunidad
definitiva.
La decisión de Cristina Kirchner es
osada, dentro del Estado de Derecho y con las leyes argentinas. Nadie imagina
que nuestro país elija otro camino para resolver este asunto. Cuando el
presunto ideólogo de las voladuras de la Embajada de Israel y la AMIA , el jefe militar de
Hezbollá, Imad Mughnieh, fue ajusticiado por un comando, el Estado de Israel no
admitió su autoría.
Detrás del uso impúdico de los muertos
de la AMIA por
la política buitre local, de los intereses geopolíticos mundiales en juego y de
la razonable incertidumbre que siempre genera el futuro, aparece una luz.
Hace ocho años, con Gustavo Cirelli,
actual director periodístico de Tiempo Argentino, quise escribir un libro sobre
el atentado. Se llamó AMIA, la verdad imposible.
Fue un catálogo de la decepción: toda
la causa judicial llevaba a la nada misma. Reafirmó mi más racional pesimismo:
jamás sabríamos lo que pasó y, mucho menos, habría justicia. Sin alejarme de la
prudente distancia que exige el oficio periodístico y de la natural
desconfianza que producen los antecedentes, creo que el acuerdo es una manera
más de perseguir la verdad que hace falta, porque la que hay es muy poca, y ya
lo sabemos. Ahora, quizá, sepamos algo más sobre la tragedia. Sólo porque
alguna vez Antonio Gramsci habló del optimismo del corazón, yo no rechazaría
abrirle la puerta a la esperanza.
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