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martes, 3 de febrero de 2015

El país de las naranjas tristes

VI

Después cedieron las vigas principales
supimos que el cielo raso irremediablemente caería
nunca lo premeditamos
no estaba en los acuerdos
la vertiente frugal
la higuera envejecida
la montaña arrasada de fuegos inmerecidos
lo que fuimos perdiendo en incendios atroces
los nidos
las endechas
amores juveniles florecientes primaveras
edecanes adjuntos
fieles mitologías
no fueron capaces de traicionarnos
sino que fueron coherentes con su estirpe
simplemente cumplieron su función destinada
perdimos la frescura de albas pensionadas
soles que de incertidumbres lo pensaban dos veces
si asomaban fulgentes
redimidos soles de batallas perdidas
carnavales ansiosos de guirnaldas y flores
de noches inacabadas con lunas sumisas
adormecidas regadas con alcohol
envilecidas noches
sueños pergeñados de tinieblas
efectos colaterales
simetrías convexas
propiedad de las mentes al fin colonizadas
certera profecía ?
me lo dijo aquel mago una noche serena
es decir
que lo supe de tus labios sin huellas
fue una ofensa rastrera
los dioses no se deben embaucar con  efebos
no les es permitido destruir los cristales
pero una copla antigua soplaba los trigales
y que nunca supimos que allí el sol no brillaba
que era un espejismo
si el otoño amarillo
si la luz que escampaba
si todo lo que era bello habría de ser tragado
por trilladoras de fuegos
por segadoras de hierro
en un perfil de la siembra
en el momento del beso
en la quietud del aliento
cuando encontré aquellos ojos
brillando como un misterio
ojos de mirar sorprendidos
por saber si estaba muerto




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