VII
Qué cosecha de amargos desengaños
Nos hemos consagrado a la montaña irreductible
y a las siete aguas doradas que descienden de Orión
sin embargo una mañana breve sin su sol todavía
Engalanaron sus ídolos soltaron todas las plagas
blindaron sus madrigueras
se dispusieron las trampas en juzgados y rediles
con fuegos abominables arrasaron los estambres
incendiaron las verbenas
los álamos esmerados de rectitud intachable
las pacientes madreselvas
los concretos colmenares
al calor de los libros sapienzales se quemaron los poemas
y explotaron las tinajas hirviendo en su propia sangre
desheredados de alquimias desprotegidos de cielos
resumimos los dolores en una rosa encendida
sin lágrimas todavía la cuidamos como guía
cuando escampen las tinieblas
cuando la niebla se deshilache enrojecida
por húmedos quebrachales
verdeando desbarrancando doctrinal inamovible
nuestra montaña sagrada
multiplicará rosales
soltará vertientes nuevas para nutrir el valle
y cantará otro gallo
para que regrese el alba
Danieladrián
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