VIERNES, 27 DE FEBRERO DE 2015/ Página12
MUSICA › IGNACIO COPANI HABLA DE SU ALBUM LLEVO EN MIS OIDOS
“Antes de ser cantor, yo era militante”
El cantautor vuelve a mostrar su pulso de ironía y estribillo redondo, con temas en los que la realidad argentina está bien presente, aunque no todos hablen de política. “Si me critican diciendo que una canción es un panfleto, yo me pongo contento”, asegura.
Por Karina Micheletto
“Mis canciones parten ante todo de una actitud militante, pero no sólo porque hablen de política. Militar es exponer lo que pensás y sumar a tu compañero de trabajo, de escuela, de facultad. Yo hago eso con mi disco: intento poner las cartas sobre la mesa, incluyendo ciertos datos duros de la realidad. Si no lo hiciera así estaría renunciando a todo lo que hice antes.” Así define Ignacio Copani el sentido y el espíritu de su reciente trabajo al que tituló, con ánimo reivindicativo en el exceso del subrayado, Llevo en mis oídos. Lo mostró en vivo durante el verano por diversos puntos de la costa bonaerense, y en abril tendrá su presentación porteña en el Centro Cultural Haroldo Conti.
Con marca de autor, las nuevas canciones de Copani vuelven a mostrar su pulso de ironía y estribillo redondo, sin eludir temáticas como las que anuncian ya los títulos: “El clarín”, “Videla perdiste”, “La clase baja”, “Cómo te jode”, “Con mi plata” o “El niño Mauricio”. “Té de Ceylán”, por ejemplo, es una oda a la queja del lleno que parte del famoso monólogo de Mordisquito. Si en vivo Copani es el trovador que recorre los escenarios sin cargar más que su guitarra, en el registro suma sesionistas e invitados especiales como Juan Palomino, Horacio Fontova y Ariel Prat.
Copani tiene una idea clara de lo que significa, hoy por hoy, grabar música en el soporte del disco: “Es una sensación de fabricar armaduras medievales: hay provincias enteras que no tienen disquería”, advierte. “Pero es importante tener ese registro para ofrecerle al público en los recitales. Si hubiera una disquería que vendiera lo que vendo yo en mis conciertos, le daría una medalla. No lo digo por vanidad: lo que quiero marcar es que, cuando la gente tiene la chance de escuchar el repertorio, la historia es otra. Es lo que pasa con los artistas callejeros que tocan y ofrecen su disco: la gente los apoya porque pudo conocer ese material.”
–¿Entonces el problema no es el soporte, sino la posibilidad de difusión?
–Un disco es una obra integral. Como artista, uno no piensa tanto en poder venderlo como en poder mostrarlo, en que las canciones lleguen a otros. Son esas ganas de mostrar un determinado momento tuyo y de que eso que hacés no quede en el cajón de tu escritorio, que esté disponible para los que te quieren y te siguen desde hace un tiempo. Porque además hay una necesidad de ese público: ante esto, ¿qué opinás? Es algo que se comprueba en las redes sociales; hay temas de este disco que tienen 50 mil visitas, y sólo los promocioné desde mi humilde y pequeño universo, no es que salí en lo de Tinelli diciendo “escuchen esto”. Es simplemente la canción con la letra, sólo una tiene un video clip: “Videla perdiste”, que hicimos en San Nicolás, con la participación de gente del pueblo, en una plaza. Fue un lindo testimonio, porque la idea de la canción es que con cada momento de cariño, de compañerismo, luminoso, Videla pierde.
–¿Son temas pensados a partir de diferentes situaciones, de lecturas de diarios, o es más abstracto el momento de la composición?
–Más que con el diario abajo del brazo, lo hice con el sentimiento con el que convivo en este último tiempo. Es un disco muy honesto, que defiende mi idea de acompañar el proyecto nacional. Y es como si fuera el trabajo de un viejo trovador, en una taberna, contando las buenas y las malas. Ese espíritu de juglaría está todo el tiempo, y a mí me llena de orgullo ser un poco el cantor de las bodas, los bautizos y los entierros. A veces, algún amigo me dice: “¿Por qué no le cantás al amor y dejás de meterte en problemas?”. Más vale que le canto al amor, pero desde este mirador.
–¿Y dice que la gente le pide su opinión sobre determinados temas en forma de canciones?
–Todo el tiempo. ¡Hasta hice canciones de cuando River se fue a la B! Ahí sentí que, si había acompañado los éxitos de mi equipo, tenía que acompañar esa tragedia, entre comillas. Me gusta ese espíritu, porque es como una interpelación de la gente: “Pasó esto, ¿qué tenés para decir?”. Y hasta como una catarsis: “¡Hacé una canción puteando a tal!”. Si hiciera todo lo que me piden estaría en cana hace tiempo (risas). He pasado diversos momentos de relación con el público, de exitazos a estar en el ostracismo, la desazón total. Y es hermoso comprobar que esa relación de cercanía sigue intacta.
–¿Cómo fue ese recorrido, como dice, del éxito al ostracismo?
–Hice “Lo atamo con alambre” en el ’87 y empezó a sonar en el ’88. Lo recuerdo muy bien, porque Badía y compañía lo transmitía desde el estadio de River, en Estudio 88. Es una canción que me sigue enorgulleciendo, aunque para muchos sea algo “menor”: siendo tan sencilla, tantos años después todavía sirve para ilustrar la improvisación y hasta la creatividad que tenemos los argentinos para resolver algunas cosas. En ese disco estaba “Cuántas minas que tengo”, “Rebelde sin igual”, y ya estaban también muchas de las que siguieron siendo mis preocupaciones, la temática social: “Cuándo será al revés”, “Avivate”. El ostracismo fueron los ’90, donde seguí hablando exactamente de lo mismo: en mi repertorio están los desaparecidos, las Malvinas, la hiperinflación. Y hoy en España están sonando temas que hice en 2001, como “Escrache”, que habla de los políticos que empiezan a cansar con sus recetas de siempre. Si siempre seguí cantando a partir de las mismas preocupaciones y alegrías, ¿qué esperaban que hiciera ahora, un jingle para Garbarino? Lo mío siempre fue la militancia.
–¿Así se define, ante todo?
–Es que antes de ser cantor, o conocido, yo era militante. Tuve mucha suerte en la vida, porque casi no tuve que adoptar nada de lo que me completa, todo lo heredé. Nunca me hice de River ni peronista. En mi casa crecí escuchando las hazañas de Perón y de Evita, siempre con la recomendación de que no dijera nada en el barrio, porque a Perón no se lo podía nombrar. Desde primer año de la secundaria estaba en la UES y no sabía si iba a ser aviador, astronauta, carpintero o cantante, pero ya tenía un bagaje ideológico que siempre traté de honrar. Y siempre me ha parecido poco lo que hice como artista al lado de lo que hicieron mis compañeros, muchos de ellos hoy desaparecidos. Por eso nunca tomo posición de víctima, ni me pongo mal con esos agravios feroces, que llegan por ejemplo desde las redes sociales. Tanta maldad, que además es orquestada, a veces te puede sacar de foco.
–¿Cómo toma esas críticas?
–Como de quien vienen. Si me critican diciendo que una canción es un panfleto, yo me pongo contento. Porque el que nunca militó no sabe el trabajo que lleva hacer un panfleto, un volante, un cartel. Un pensamiento siempre es complejo, no podés poner un slogan, tenés que comunicar algo. Así que yo les agradezco el elogio.
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